miércoles, 11 de mayo de 2016

LEONCITO

LEONCITO                                                                           por Oscar Pascaner
                                                                                                                   Recreación de sucesos familiares.                                                
Benjamín Gregorio Pascaner se desempeñó como Director y maestro  en la escuela de Lucienville XI desde 1894 hasta 1905.  
Lucienville era la denominación genérica de un grupo de colonias fundadas por la Empresa de Colonización Agraria del barón Mauricio de Hirsch cerca de Basavilbaso, centro del entramado de la red ferroviaria del Ferrocarril Entre Ríos.

Esa Empresa de Colonización Agraria fundó colonias agrícolas en las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires, La Pampa y Santiago del Estero. 
La primera cosecha de trigo pan logrado al año de instalados alcanzó a cubrir las necesidades de harina que requería Argentina para elaborar el pan que consumían sus habitantes (que hasta entonces se elaboraba con harina proveniente de Chile). Esta primera cosecha de trigo pan en Argentina bastó para para hacer el pan para los argentinos y no había que traerla de Chile. 
Las escuelas de las Colonias Lucienville, como las todas las colonias fundadas por dicha Empresa, eran solventadas por esa entidad y sus programas educativos se ajustaban en un todo a los planes oficiales de la enseñanza y educación primaria.

El maestro Pascaner, rindió examen de capacitación para ejercer la docencia en la Escuela de Maestros Normales Rurales Agropecuarios e Industriales Alberdi y esa institución educativa le extendió el correspondiente certificado avalado por en Ministerios de Educación de la Provincia de Entre Ríos. 
Solían destacar los familiares que Benjamín Gregorio Pascaner que hablaba varios idiomas idiomas europeos, eslavos y el castellano; y entendía otros.

El Comisionado de la Enseñanza Agripino Figuerero, en octubre de 1904, lo intimó a enviarle el dinero de las  matrículas. 
Reiteró ese reclamo en nota del 17 de octubre de 1904. 
Por tercera vez lo reclamó el 6 de noviembre de 1904 
En escueta nota fechada el 4 de marzo de 1905 lo intimó "a trasladarse a Concepción del Uruguay con certificado que acredite su capacitación para dirigir la escuela y legalizar así la fata que cometió" (sic)(Poseo los originales)

La última nota de ese funcionario (que también conservo en mi poder) dice textualmente:

"Señor Benjamín Gregorio Pascaner: 
                                                                 Comunícole a usted que este Comisionado ha resuelto en esta fecha conceder a Vd. permiso para abrir una escuela de enseñanza primaria en ese punto o cualquier otro lugar, debiendo Vd. someterse en un todo a la Ley de Enseñanza referente al Minimum de Enseñanza, planillas, matrículas, etc.

                                                                   Concepción del Uruguay. 9 de marzo de 1905. 
                                                                                             Agripino Figuerero. 
                                                                                     Seccional de la Enseñanza".

(Vale destacar que la Ley de Educación Común 1420 promulgada en 1984, a la que hacía referencia ese funcionario establecía: Gratuidad, Obligatoriedad, 
Laicidad, Igualdad y Gradualidad. 
Consecuentemente no correspondía cobrar matrículas.)

Cabe inferir que el hostigamiento de ese funcionario puede haber sido la causa por la que Benjamín Gregorio Pascaner decidió instalar una escuela en otra jurisdicción. Para ello se desvinculó de la Empresa Colonizadora del barón de Hirsch, y que por solaridad con los más humildes haya elegido el pueblito denominado Mansilla, del departamento Rosario Tala, que no era más que un caserío que se iba formando en cercanías de la estación ferroviaria homónima del nuevo ramal del Ferrocarril Entre Ríos, en el sur del departamento de Rosario Tala, donde la selva de Montiel era un sitio poco poblado, y esos pocos pobladores eran de condición muy humilde a los que él deseaba enseñarles a leer y escribir y todo lo estipulado por lo que se daba en llamar programa Minimun de Enseñanza.

Su hijo Leoncito solía contar que sus condiscípulos eran hijos de gente muy pobre, varios de ellos no podían pagar la mensualidad de la escuela de su padre; pero él les decía que sigan viniendo a estudiar a clases sin pagar. 
Esa circunstancia hizo que la familia del maestro se convierta en un pobre más de Mansilla, sin que desista a su voluntad de instruir a los iletrados de Mansilla, tanto a niños como a mayores.

En marzo de 1910, el maestro Pascaner, de 34 años, y su esposa Fanny de 33, tenían tres hijos: Leonardo (Leoncito ) de 9 años, Juanita de 4, Aída de 2, y otro por nacer.
Benjamín Gregorio Pascaner escribió una carta a sus padres, agricultores en la Colonia Espíndola, del Departamento Villaguay, solicitándoles su colaboración porque su esposa ingresó en la última etapa de su embarazo y ciertos problemas la mantenían en cama hasta el nacimiento del bebé, para evitar el parto prematuro.  
En otro párrafo les explicaba en qué estaciones debían descender del tren y esperar otros trenes. Para llegar a Mansilla había que hacer dos trasbordos. Les aconsejaba que ante cualquier duda consulten al guarda del tren o a los Jefes de Estación.  
   
Los tiempos insumidos en esperas y viajes hicieron que los padres del maestro Pascaner lleguen a Mansilla cinco horas después de subir al tren en Estación Clara.
Al descender del tren buscaron con la vista a su hijo y se extrañaron de que no se hallara esperándolos. Esa actitud no pasó desapercibida para el Jefe de Estación, que se les acercó y les preguntó si eran los padres del maestro Pascaner. 
La  respuesta afirmativa hizo que simulara una tranquilidad de no tenía,. 
 - Estaba conversando conmigo hasta recién, cuando repentinamente se desmayó. 
Unos vecinos lo trasladaron a la botica de aquí.

Con gran angustia ingresaron al local que tenía un cartel de Almacén y Botica. 

  - Buenas tardes señor, somos los padres del maestro Pascaner; nos dijo el Jefe de la Estación que trajeron desmayado a nuestro hijo. 
  - Siento decirles que falleció. -el boticario indicó la camilla con el cuerpo inerte. 
  - ¡¡¡No!!! -sollozó el padre sosteniendo a su esposa que se desvanecía.

Cuando se recuperó parcialmente la desconsolada madre del maestro le dijo a su esposo que debían ir a casa de su nuera para estar con ella y sus nietitos.  

Los niños, angustiados, no entendían por qué lloraban tanto sus abuelos.
  
Fanny, desde la cama, llamaba a su esposo. La invadió cierta inquietud al no escucharlo, y miró a sus suegros buscando una respuesta, que no obtuvo. 
Su suegra la abrazó llorando sin poder articular palabra alguna que responda a la desesperada inquietud de Fanny que parecía intuir la tragedia.  
 - ¡Díganme que nada malo le ocurrió a mi amado Benjamín! -rogó.
Su suegro intentó decirle la  verdad pero no tuvo coraje, tapándose la cara con sus manos estalló en sollozos.  
Fanny gimió algo intendible y cayó en prolongado soponcio. La mujer que se hallaba junto a ella le dio a oler agua de colonia sin lograr que saliera de ese desmayo. 
Fanny se recuperó mirando a todos con ojos azorados y cayó en otro soponcio.
La mujer que la cuidaba, mediante gestos expresó temor por la vida de Fanny y la del bebé por nacer.  
  - Aquí en Mansilla no hay médico, tampoco en pueblos cercanos. -dijo la mujer, y agregó- Rosario del Tala queda demasiado lejos, no resistiría el viaje hasta alláSólo nos queda confiar en Dios Misericordioso.

Quince días después nació un varoncito. 
Su piel azulada y su débil respirar denotaba problemas cardio respiratorios. 
Sus suegros le sugirieron a Fanny llevar el bebé al Hospital de Niños de Buenos Aires. Allí, en la Capital, vivía su hermana María, casada con un buen hombre, aceptaría alojarla en su casa con las dos niñas. Leoncito quedaría con ellos. 
Fanny, llorando sin cesar, aceptó con dolor, lo propuesto por su suegro. 
Unos y otros partieron hacia distintos destinos.

Leoncito ya cursaba el tercer grado en la escuela de su padre, la escuelita de la Colonia Espíndola sólo tenía 1ro y 2do grado. 
Su abuelo consideró que debía conseguir en Clara donde alojar a su nieto para que curse 3er grado. La persona más conocida de allí era su proveedor de mercaderías.  

  - MI esposa y yo alojaremos al niño a cambio de que trabaje en el almacén.
  - En el horario que no concurre a la escuela. -aclaró el abuelo del niño.

Ya logrado el alojamiento y la tutoría del niño, el abuelo habló con quien sería el maestro de su nietito, el señor Moisés Ulfhon, quien sería su maestro. 
Le habló del desconsuelo del nieto por la muerte de su padre y la separación de su madre y hermanitas.  
El maestro le prometió un trato paternal hacia ese niño. 
Desde el primer día que el niño asistió a la escuela sintió el afecto de su maestro. 
En el recreo el maestro observó que Leoncito se mantenía participaba de los juegos de los otros niños.   

Cierto día, mientras los alumnos se encontraban en el recreo, Leoncito le dijo:    
  - No puedo dejar de pensar que ya nunca más veré a mi padre, lo amaba tanto... 
El maestro abrió sus brazos y Leoncito se dejó abrazar. Así halló cierta calma y respondía a las preguntas de su maestro. 
  - Cuéntame ¿son buenos contigo tus tutores?
  - Para ellos es como si no existo. Me hacen dormir sobre el mostrador del almacén.

Días después su maestro le entregó un pequeño arbolito plantado en un tarro. 
  - Quiero confiarte el cuidado de este brachichito. Cuídalo con esmero para que se convierta en un hermoso árbol. Si lo cuidas y te cuidas tendré el gusto de ver a dos lindos ejemplares de vida: un hermoso árbol y un buen ser humano.
  - Maestro, prometo cuidarlo bien.
  - Y también cuídate tú para ser el buen hombre que hubiera querido tu padre.
  - Lo intentaré, señor.
  - Yo te ayudaré. Aún después que termines el tercer grado te prestaré libros para que te ayudarán a cultivar tu inteligencia. Si te esmeras serás culto y bien educado.  

(Esa etapa de la infancia de mi padre me la narró el señor Moisés Ulfhon, que ya retirado de la docencia, se instaló en Domínguez con un local de útiles escolares).  

Leoncito contaba 12 años cuando 
por pedido de su tío Mauricio Pascaner, el Jefe de la Estación Clara, señor Sobrero, le ofreció ingresar al Ferrocarril como mensajero. 
No obstante que su tarea consistía en entregar los telegramas que se recibían, 
(en ese entonces el servicio de telegramas lo prestaba el Ferrocarril, el Correo era sólo una estafeta postal) Leoncito se esmeró por aprender todas las tareas que hacían los empleados del Ferrocarril Entre Ríos. Aún no había cumplido los quince años cuando recibió su primer ascenso en el Ferrocarril, por lo que debía trasladarse a otra estación.
Leoncito fue a despedirse de su maestro llevándole el libro que le había prestado días atrás y el brachichito. 
  - Querido muchacho;  acepto el libro pero el brachichito no. Fue un recurso para asignarte una obligación que te ayudó a cumplir con mi pedido de que lo cuidaras. Me alegra ver que se cumplió mi sueño de ver cuánto crecieron tú y el arbolito. Llévalo contigo donde tengas que ir por tu trabajo en el Ferrocarril, donde sé que progresarás porque eres estudioso y aplicado. Recuerda cambiar su maceta a medida que crezca, y que sus nutrientes están en la buena tierra que le aportarás, y tus nutrientes en los buenos libros. Cuando encuentres "tu lugar" trasplántalo al suelo, y cuando lo mires, recuerda a este maestro que mucho te quiere.
  - Gracias maestro, jamás lo olvidaré, no sé que hubiera sido de mi vida sin usted. 

Leoncito trabajó como relevante en el Ferrocarril Entre Ríos. Tenía 24 años cuando se postuló para el cargo de Jefe de Estación en Domínguez, y se lo otorgaron. 
Convencido que ese "era su lugar en el mundo", trasplantó el brachichito al patio de la vivienda adosada a la Estación Domínguez. 

Leonardo (Leoncito) Gregorio Pascaner fue mi padre del que estoy orgulloso.

También lo están los habitantes de Villa Domínguez, porque a casi cuarenta y cinco años de su muerte, aún se lo recuerda por las obras que hizo en progreso del pueblo durante los tres períodos consecutivos en que fue electo, (por abrumadora mayoría) Presidente de la Junta de Fomento del pueblo (cargo por el que no recibía honorarios).            
El 24 de mayo de 2015, en la gran fiesta que organizó el Club Libertad y el Hospital Noé Yarcho para reunir a los dominguenses, tuve el honor de recibir un Testimonio de agradecimiento por la labor desempeñada por Leonardo Gregorio Pascaner en su función de Presidente honorario de la Junta de Fomento de Villa Domínguez.


                                                                             * * *           los cuentosdeoscarpascaner.blogspot.com.ar

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Querido Tío:
    Qué hermosa historia! tan triste por momentos, como ha sido la vida en aquella época para la gente humilde.
    Muchas gracias por mantener vivas las anécdotas e historias de nuestra familia. Muchas gracias por permitirnos recordar y saber.
    Un abrazo
    Te quiero mucho
    Analía

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