jueves, 14 de julio de 2016

JUNTADA DE LOS DOMINGOS

JUNTADA DE LOS DOMINGOS
























































Todos los domingos, a las 20 horas, tengo el placer de juntarme con muy buena gente en un coqueto saloncito de Av. Fleming casi esquina H. Yrigoyen, de Martínez, donde la mayoría de los concurrentes cantan tres temas secundados musicalmente por el excelente guitarrista Carlos Zalazar, (el mejor acompañante de cantores y el buen baterista Jorge Teresko,) donde, en un agradable clima de amistad, pasamos momentos gratos.

Un lindo comentario de mi sobrina Analía Pascaner de Rodríguez me motiva a contar cómo se me ocurrió comprar un acordeón a piano careciendo de oído musical. 
En mi adolescencia compilaba máximas que me ayudarían a forjar mi personalidad. 
A mis 16 años el Ferrocarril Entre Ríos me enviaba a distintas estaciones para relevar empleados en uso de licencia. Pueblo al que llegaba en esa misión era invitado por empleados ferroviarios y de correos a festejar mi llegada con una salida.  
Las máximas tendientes a mi formación personal decía: "Los lugares de diversión suelen ser luces de colores dispuestas sobre un fangal". Este axioma me hizo craer el pretexto de no aceptar la invitación poraue quería destinar codo tiempo disponible para aprender a ejecutar el acordeón (vale acotar que en los puenlos chocos del interior no había profesores de música). 


Años después, al finalizar el Servicio Militar conseguí que me destinaran a Estación Clara donde un querido tío me acercó a don Juan Baldoni, un buen italiano que tocaba el acordeón a piano. A él le estaré eternamente agradecido porque me dio la oportunidad de tocarjunto a su hermano Hilario, guitarrista y al increíblemente buen bandoneonista Tito Forclaz.
Cierto día se me acercó un pibe muy joven, Carlitos Nery, que tocaba clarinete de oído. Él fue quien propuso formar un cuarteto con una guitarra y una batería. Así nació nuestro conjunto integrado acodeón, clarinete, la guitarra de Julio César Den Dawn, y la batería de Jorge Graschisnky. 

Ya finalizado el Servicio Militar, y reincorporado al trabajo como Jefe de Cargas en Estación Clara, conocí don Juan Baldoni que me invitó a tocar juntos el acordeón. 
Poco después se agregó su hermano Hilario y el buen bandoneonista Tito Forclaz. 
Y tuve la audacia de formar un grupo en 1951 con jóvenes algo menores que yo. 
Los menciono por los gratos momentos compartidos: Julio César Den Dawn, en guitarra; Carlos Neri, en clarinete, Jorge Graschinsky en batería, y yo en acordeón. 

En Enero de 1955 mi hermano me propuse trabajar en la sección administrativa del 
aserradero que arrendó en un gran algarrobal catamarqueño. 
El acordeón quedó abandonado, quizás por siempre.
En febrero de 2010 perdí a mi esposa, compañera, amiga, que acompañó mis más arriesgadas decisiones en ansias de llegar a radicarnos en Buenos Aires, para que nuestros hijos tengan posibilidades de progreso.

En abril de 2014, al terminar de almorzar e n el restaurant al que concurría a diario, se me acercó la dueña, y de puro buena, tomándome las manos me dijo:      - Estimado Oscar, el luto y el dolor por la pérdida de tu amada esposa lo llevarás de por vida, pero hay algo que te dará un buen motivo para vivir mejor: la amistad de la buena gente que asiste a los lugares donde Carlos Zalazar acompaña aficionados al canto. Esta noche estará aquí, quiero que lo escuches.   

Estimada Lili, donde quieras que te encuentres, quiero agradecer tu insistencia. 
Escuchar lo que logra Carlos Zalazar con su guitarra me motivó para mandar a afinar mi acordeón y reaprender a tocarlo y poder hacerlo con él. 

                                                                        * * *       loscuentosdeoscarpascaner.blogspot.com.ar
                                                                         

miércoles, 11 de mayo de 2016

LEONCITO

LEONCITO                                                                           por Oscar Pascaner
                                                                                                                   Recreación de sucesos familiares.                                                
Benjamín Gregorio Pascaner se desempeñó como Director y maestro  en la escuela de Lucienville XI desde 1894 hasta 1905.  
Lucienville era la denominación genérica de un grupo de colonias fundadas por la Empresa de Colonización Agraria del barón Mauricio de Hirsch cerca de Basavilbaso, centro del entramado de la red ferroviaria del Ferrocarril Entre Ríos.

Esa Empresa de Colonización Agraria fundó colonias agrícolas en las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires, La Pampa y Santiago del Estero. 
La primera cosecha de trigo pan logrado al año de instalados alcanzó a cubrir las necesidades de harina que requería Argentina para elaborar el pan que consumían sus habitantes (que hasta entonces se elaboraba con harina proveniente de Chile). Esta primera cosecha de trigo pan en Argentina bastó para para hacer el pan para los argentinos y no había que traerla de Chile. 
Las escuelas de las Colonias Lucienville, como las todas las colonias fundadas por dicha Empresa, eran solventadas por esa entidad y sus programas educativos se ajustaban en un todo a los planes oficiales de la enseñanza y educación primaria.

El maestro Pascaner, rindió examen de capacitación para ejercer la docencia en la Escuela de Maestros Normales Rurales Agropecuarios e Industriales Alberdi y esa institución educativa le extendió el correspondiente certificado avalado por en Ministerios de Educación de la Provincia de Entre Ríos. 
Solían destacar los familiares que Benjamín Gregorio Pascaner que hablaba varios idiomas idiomas europeos, eslavos y el castellano; y entendía otros.

El Comisionado de la Enseñanza Agripino Figuerero, en octubre de 1904, lo intimó a enviarle el dinero de las  matrículas. 
Reiteró ese reclamo en nota del 17 de octubre de 1904. 
Por tercera vez lo reclamó el 6 de noviembre de 1904 
En escueta nota fechada el 4 de marzo de 1905 lo intimó "a trasladarse a Concepción del Uruguay con certificado que acredite su capacitación para dirigir la escuela y legalizar así la fata que cometió" (sic)(Poseo los originales)

La última nota de ese funcionario (que también conservo en mi poder) dice textualmente:

"Señor Benjamín Gregorio Pascaner: 
                                                                 Comunícole a usted que este Comisionado ha resuelto en esta fecha conceder a Vd. permiso para abrir una escuela de enseñanza primaria en ese punto o cualquier otro lugar, debiendo Vd. someterse en un todo a la Ley de Enseñanza referente al Minimum de Enseñanza, planillas, matrículas, etc.

                                                                   Concepción del Uruguay. 9 de marzo de 1905. 
                                                                                             Agripino Figuerero. 
                                                                                     Seccional de la Enseñanza".

(Vale destacar que la Ley de Educación Común 1420 promulgada en 1984, a la que hacía referencia ese funcionario establecía: Gratuidad, Obligatoriedad, 
Laicidad, Igualdad y Gradualidad. 
Consecuentemente no correspondía cobrar matrículas.)

Cabe inferir que el hostigamiento de ese funcionario puede haber sido la causa por la que Benjamín Gregorio Pascaner decidió instalar una escuela en otra jurisdicción. Para ello se desvinculó de la Empresa Colonizadora del barón de Hirsch, y que por solaridad con los más humildes haya elegido el pueblito denominado Mansilla, del departamento Rosario Tala, que no era más que un caserío que se iba formando en cercanías de la estación ferroviaria homónima del nuevo ramal del Ferrocarril Entre Ríos, en el sur del departamento de Rosario Tala, donde la selva de Montiel era un sitio poco poblado, y esos pocos pobladores eran de condición muy humilde a los que él deseaba enseñarles a leer y escribir y todo lo estipulado por lo que se daba en llamar programa Minimun de Enseñanza.

Su hijo Leoncito solía contar que sus condiscípulos eran hijos de gente muy pobre, varios de ellos no podían pagar la mensualidad de la escuela de su padre; pero él les decía que sigan viniendo a estudiar a clases sin pagar. 
Esa circunstancia hizo que la familia del maestro se convierta en un pobre más de Mansilla, sin que desista a su voluntad de instruir a los iletrados de Mansilla, tanto a niños como a mayores.

En marzo de 1910, el maestro Pascaner, de 34 años, y su esposa Fanny de 33, tenían tres hijos: Leonardo (Leoncito ) de 9 años, Juanita de 4, Aída de 2, y otro por nacer.
Benjamín Gregorio Pascaner escribió una carta a sus padres, agricultores en la Colonia Espíndola, del Departamento Villaguay, solicitándoles su colaboración porque su esposa ingresó en la última etapa de su embarazo y ciertos problemas la mantenían en cama hasta el nacimiento del bebé, para evitar el parto prematuro.  
En otro párrafo les explicaba en qué estaciones debían descender del tren y esperar otros trenes. Para llegar a Mansilla había que hacer dos trasbordos. Les aconsejaba que ante cualquier duda consulten al guarda del tren o a los Jefes de Estación.  
   
Los tiempos insumidos en esperas y viajes hicieron que los padres del maestro Pascaner lleguen a Mansilla cinco horas después de subir al tren en Estación Clara.
Al descender del tren buscaron con la vista a su hijo y se extrañaron de que no se hallara esperándolos. Esa actitud no pasó desapercibida para el Jefe de Estación, que se les acercó y les preguntó si eran los padres del maestro Pascaner. 
La  respuesta afirmativa hizo que simulara una tranquilidad de no tenía,. 
 - Estaba conversando conmigo hasta recién, cuando repentinamente se desmayó. 
Unos vecinos lo trasladaron a la botica de aquí.

Con gran angustia ingresaron al local que tenía un cartel de Almacén y Botica. 

  - Buenas tardes señor, somos los padres del maestro Pascaner; nos dijo el Jefe de la Estación que trajeron desmayado a nuestro hijo. 
  - Siento decirles que falleció. -el boticario indicó la camilla con el cuerpo inerte. 
  - ¡¡¡No!!! -sollozó el padre sosteniendo a su esposa que se desvanecía.

Cuando se recuperó parcialmente la desconsolada madre del maestro le dijo a su esposo que debían ir a casa de su nuera para estar con ella y sus nietitos.  

Los niños, angustiados, no entendían por qué lloraban tanto sus abuelos.
  
Fanny, desde la cama, llamaba a su esposo. La invadió cierta inquietud al no escucharlo, y miró a sus suegros buscando una respuesta, que no obtuvo. 
Su suegra la abrazó llorando sin poder articular palabra alguna que responda a la desesperada inquietud de Fanny que parecía intuir la tragedia.  
 - ¡Díganme que nada malo le ocurrió a mi amado Benjamín! -rogó.
Su suegro intentó decirle la  verdad pero no tuvo coraje, tapándose la cara con sus manos estalló en sollozos.  
Fanny gimió algo intendible y cayó en prolongado soponcio. La mujer que se hallaba junto a ella le dio a oler agua de colonia sin lograr que saliera de ese desmayo. 
Fanny se recuperó mirando a todos con ojos azorados y cayó en otro soponcio.
La mujer que la cuidaba, mediante gestos expresó temor por la vida de Fanny y la del bebé por nacer.  
  - Aquí en Mansilla no hay médico, tampoco en pueblos cercanos. -dijo la mujer, y agregó- Rosario del Tala queda demasiado lejos, no resistiría el viaje hasta alláSólo nos queda confiar en Dios Misericordioso.

Quince días después nació un varoncito. 
Su piel azulada y su débil respirar denotaba problemas cardio respiratorios. 
Sus suegros le sugirieron a Fanny llevar el bebé al Hospital de Niños de Buenos Aires. Allí, en la Capital, vivía su hermana María, casada con un buen hombre, aceptaría alojarla en su casa con las dos niñas. Leoncito quedaría con ellos. 
Fanny, llorando sin cesar, aceptó con dolor, lo propuesto por su suegro. 
Unos y otros partieron hacia distintos destinos.

Leoncito ya cursaba el tercer grado en la escuela de su padre, la escuelita de la Colonia Espíndola sólo tenía 1ro y 2do grado. 
Su abuelo consideró que debía conseguir en Clara donde alojar a su nieto para que curse 3er grado. La persona más conocida de allí era su proveedor de mercaderías.  

  - MI esposa y yo alojaremos al niño a cambio de que trabaje en el almacén.
  - En el horario que no concurre a la escuela. -aclaró el abuelo del niño.

Ya logrado el alojamiento y la tutoría del niño, el abuelo habló con quien sería el maestro de su nietito, el señor Moisés Ulfhon, quien sería su maestro. 
Le habló del desconsuelo del nieto por la muerte de su padre y la separación de su madre y hermanitas.  
El maestro le prometió un trato paternal hacia ese niño. 
Desde el primer día que el niño asistió a la escuela sintió el afecto de su maestro. 
En el recreo el maestro observó que Leoncito se mantenía participaba de los juegos de los otros niños.   

Cierto día, mientras los alumnos se encontraban en el recreo, Leoncito le dijo:    
  - No puedo dejar de pensar que ya nunca más veré a mi padre, lo amaba tanto... 
El maestro abrió sus brazos y Leoncito se dejó abrazar. Así halló cierta calma y respondía a las preguntas de su maestro. 
  - Cuéntame ¿son buenos contigo tus tutores?
  - Para ellos es como si no existo. Me hacen dormir sobre el mostrador del almacén.

Días después su maestro le entregó un pequeño arbolito plantado en un tarro. 
  - Quiero confiarte el cuidado de este brachichito. Cuídalo con esmero para que se convierta en un hermoso árbol. Si lo cuidas y te cuidas tendré el gusto de ver a dos lindos ejemplares de vida: un hermoso árbol y un buen ser humano.
  - Maestro, prometo cuidarlo bien.
  - Y también cuídate tú para ser el buen hombre que hubiera querido tu padre.
  - Lo intentaré, señor.
  - Yo te ayudaré. Aún después que termines el tercer grado te prestaré libros para que te ayudarán a cultivar tu inteligencia. Si te esmeras serás culto y bien educado.  

(Esa etapa de la infancia de mi padre me la narró el señor Moisés Ulfhon, que ya retirado de la docencia, se instaló en Domínguez con un local de útiles escolares).  

Leoncito contaba 12 años cuando 
por pedido de su tío Mauricio Pascaner, el Jefe de la Estación Clara, señor Sobrero, le ofreció ingresar al Ferrocarril como mensajero. 
No obstante que su tarea consistía en entregar los telegramas que se recibían, 
(en ese entonces el servicio de telegramas lo prestaba el Ferrocarril, el Correo era sólo una estafeta postal) Leoncito se esmeró por aprender todas las tareas que hacían los empleados del Ferrocarril Entre Ríos. Aún no había cumplido los quince años cuando recibió su primer ascenso en el Ferrocarril, por lo que debía trasladarse a otra estación.
Leoncito fue a despedirse de su maestro llevándole el libro que le había prestado días atrás y el brachichito. 
  - Querido muchacho;  acepto el libro pero el brachichito no. Fue un recurso para asignarte una obligación que te ayudó a cumplir con mi pedido de que lo cuidaras. Me alegra ver que se cumplió mi sueño de ver cuánto crecieron tú y el arbolito. Llévalo contigo donde tengas que ir por tu trabajo en el Ferrocarril, donde sé que progresarás porque eres estudioso y aplicado. Recuerda cambiar su maceta a medida que crezca, y que sus nutrientes están en la buena tierra que le aportarás, y tus nutrientes en los buenos libros. Cuando encuentres "tu lugar" trasplántalo al suelo, y cuando lo mires, recuerda a este maestro que mucho te quiere.
  - Gracias maestro, jamás lo olvidaré, no sé que hubiera sido de mi vida sin usted. 

Leoncito trabajó como relevante en el Ferrocarril Entre Ríos. Tenía 24 años cuando se postuló para el cargo de Jefe de Estación en Domínguez, y se lo otorgaron. 
Convencido que ese "era su lugar en el mundo", trasplantó el brachichito al patio de la vivienda adosada a la Estación Domínguez. 

Leonardo (Leoncito) Gregorio Pascaner fue mi padre del que estoy orgulloso.

También lo están los habitantes de Villa Domínguez, porque a casi cuarenta y cinco años de su muerte, aún se lo recuerda por las obras que hizo en progreso del pueblo durante los tres períodos consecutivos en que fue electo, (por abrumadora mayoría) Presidente de la Junta de Fomento del pueblo (cargo por el que no recibía honorarios).            
El 24 de mayo de 2015, en la gran fiesta que organizó el Club Libertad y el Hospital Noé Yarcho para reunir a los dominguenses, tuve el honor de recibir un Testimonio de agradecimiento por la labor desempeñada por Leonardo Gregorio Pascaner en su función de Presidente honorario de la Junta de Fomento de Villa Domínguez.


                                                                             * * *           los cuentosdeoscarpascaner.blogspot.com.ar

JUANCHO SALDIVIA

JUANCHO SALDIVIA, MI AMIGO                                                  
                                                                                          Recreación de un relato escrito en el año 1938.


El señor Saldivia llegó a la Estación Gobernador Domínguez en 1938 para cubrir el    cargo de auxiliar, que quedó vacante por el traslado de Ambrosio Giménez.                
(Años  después, A. Giménez fue Secretario General de la Unión Ferroviaria, el mejor de toda la trayectoria).   

El señor Saldivia y su familia llevaron parte de sus equipajes a la casa en la que se     instalarían (a sesenta metros de la nuestra, que era la adosada a la estación, porque mi      padre, por ser el Jefe de esa Estación debía vivir en ella).                                                                                    
Me acerqué al chico que quedó junto a los bultos que aún quedaban, y le dije:           
- Soy Oscar, tengo nueve años.                                                                                       
   - Y yo Juan, me llaman Juancho. Cumplí los nueve el 5 de agosto.
   - Yo también tengo nueve, los cumplí el 28 de agosto.  
   - El día que los cumple doña Juana.   
   - ¿Quién es doña Juana?
   - La señora que nos atiende. Mi mamá falleció cuando yo tenía cinco años.
   - ¡Uh! ¿Querés ser mi amigo?
   - ¡Claro que sí! ¿Dónde vivís?
   - Aquí mismo, en la casa adosada a la estación.       
   - ¡Ahhh! ¿Sos hijo del Jefe?
   - Si; tengo un hermano un año mayor y una hermana menor.
   - Yo tengo dos hermanas; una es mayor que yo, y la otra es menor.

Hubo una pausa en nuestra conversación. Juancho señaló el Elevador de Granos. 
   - ¿Qué es eso? 
   - El Elevador de Granos. Ahí, y en estos galpones se acopian granos y semillas, que luego se cargan en vagones que van al Puerto de Buenos Aires, a Concordia y al Paraguay. 
Mi nuevo amigo hizo un gesto de incredulidad. Lo entendí, la estación del Km 232, (posteriormente denominada Alberto Gerchunoff) en la que había vivido no era más que un desvío para los trenes a o de Uruguay, y a o de Gualeguaychú, que no operaba con cargas ni encomiendas; en cambio, la de Domínguez, situada en la línea principal del Ferrocarril Entre Ríos, empalmaba al sur con el Ferrocarril Central Buenos Aires, y al norte con el Ferrocarril Nordeste Argentino que llegaba a Posadas, y, después del cruce del río Paraná en ferri boats, el Ferrocarril Central Paraguayo, llegaba hasta Asunción del Paraguay.

El día siguiente, mi hermano iba a la escuela con mi hermano Guillermo por la vereda que bordeaba la lonja de tierra de 200 metros, (parte de los campos de Aurelio Jorge), que había entre la estación y la ruta 12, cuando sentimos que alguien corría. Al ver que  era Juancho nos detuvimos. Juntos cruzamos la ruta 12 y ya en el pueblo de Villa Domínguez seguimos las dos cuadras para llegar a la escuela. 
Nuestra escuela tenía de 1° a 6° grado; privilegio de los pueblos con ochocientos, o más habitantes. En los pueblo con menos habitantes sólo había de 1ro a 3er grado. 
La mayoría de las escuelas de Entre Ríos dependían de la Provincia; otras pocas, de la Nación. Las escuelas de las colonias fundadas por la Empresa de Colonización Agraria del barón Mauricio de Hirsch, eran solventadas por esa entidad.

Esa tarde invité a Juancho a conocer el pueblo. La calle de la estación al pasar la ruta tenía po nombre San Martín. Seguimos por ella, que tenía varios locales comerciales. Yo le iba diciendo el rubro y el nombre de sus dueños. 
Al llegar a la Plaza San Martín Juancho se detuvo asombrado, quería captar, en toda su amplitud, la belleza de las formas y colores del follaje de las plantas que había en los cuatro sectores de esa plaza, determinados por las dos veredas que la cruzaban de Este a Oeste y de Norte a Sur y la vereda perimetral de esa plaza circular. 

Cuando consideré oportuno le comenté:   
  - Esta plaza circular tiene doscientos metros de diámetro, esta vereda acompaña todo su perímetro, sus baldosas son iguales a las de las otras veredas que la cruzan.  - ¡Nunca ví algo tan lindo! -dijo Juancho.
  - Es mérito del jardinero Moyano. Lo contrató mi padre, que es el Presidente de la Junta de Fomento, y le pidió que haga de esta plaza la más linda de la provincia.
   - No conozco otras, pero no creo que haya otra más linda.
   - Ésta es más linda que la de Villaguay, .   

 Así comenzó nuestra hermosa amistad.
 Hicimos una canchita de fútbol en el terreno que había entre su casa y la nuestra.      Después, la cancha para jugar a las bochas. Junto a esa cancha de bochas Juancho  me entregó una torta criolla con abundante azúcar negra y con repulgue alrededor.
  - Pero... ¿Por qué? -exclamé.
 Mi amigo me miró con mirada franca, lecantó sus hombros como diciendo - No sé -y   dijo: - Cuando ví a doña Juana amasando le pedí que haga una más para vos porque  quería regalártela. Está horneada en el horno de barro.

Unos cuantos años después, estando de visita en Buenos Aires, mi hermano fui con mi hermano Guillermo, que ya se había establecido en la Capital, a visitar a uno de sus ex condiscípulos de la escuela primaria de Domínguez. Allí se hallaban otros ex condiscípulos que se habían mudado a Buenos Aires.  
Entramos a recordar. Ese tema nos llevó a qué regalos de la niñez nos impactó más. 
  - Y a vos Oscar ¿cuál fue el regalo que más te impactó? 
  - Una torta criolla con azúcar negra hecha en horno de barro, que me regaló mi amigo Juancho Saldivia.
  - ¿Más que la colección de veinte tomos de "El Tesoro de la Juventud" o el mecano de seiscientas piezas? -preguntó sorprendido Marquitos.
  - Es que me la entregó con un gesto muy elocuente que interpreté como promesa de amistad imperecedera, y así es, Juancho es mi mejor amigo... y lo será de por vida.

Mientras estudiaba para maestro, supe que mi padre había solicitado al Ferrocarril que necesitaría un practicante para cubrir el vacío que quedaba cuando los auxiliares tomaban su franco semanal. Solicité ese empleo y me lo adjudicaron. Poco después de mi ingreso al Ferrocarril, Juancho ingresó como empleado a Correos y Telégrafos. La año de mi ingreso al Ferrocarril comenzaron a mandarme de una estación a otra para relevar a empleados con licencia. Eso hizo que nos veamos espaciadamente. 
Uno de sus nietos, Daniel, se comunicó telefónicamente conmigo para invitarme a la reunión familiar que harían en Domínguez para festejar los 70 años que cumpliría Juancho.  Yo no lo conocía, pero él sabía de nuestra fraternal amistad.  
Fui con mi hijo Aldo. Cuando Juancho estaba llegando al salón en el que le harían el festejo,  me "pegué" a la pared en la que estaba la puerta de entrada al salón para no distraer su atención de la sorpresa que le darían sus familiares que lo aguardaban junto a las mesas rebosantes de fuentes con empanadas, otras con enorme cantidad de fetas de salame de Caroya y muchas otras exquisiteses. Sería una gran sorpresa. Juancho no sabía lo que le aguardaba. 
No fue fácil convencerlo apartarse de su camino habitual para llegar al salón.
Ingresaba al salón y dirigió su mirada hacia donde yo me encontraba, bastante distante de él y algo más atrás... y se me vino encima malogrando lo preparado por sus familiares. Ni él, ni yo, pudimos contener las lágrimas que nos turbaron la visión. Y me obligó a sentarme junto a él y... sus familiares pasaron a segundo plano. 
Yo me sentí incómodo por la situación que creó mi presencia. Fue en vano todo lo que le insistí para que comparta con su familia el agasajo que le prepararon. 

Desde entonces, nos desviábamos de nuestra ruta cada vez que iba con mi esposa a las Termas entrerrianas de Colón. para pasar por Domínguez y abrazarlo a él y a su buena esposa.

El 24 de mayo de 2015, viajé con mi hijo y mi nuera a Domínguez. El Club Libertad y el Hospital Noé Yarcho, organizaron el primer reencuentro de los "dominguenses". Allí me reencontré con mi querido amigo Juancho y paré  en su casa, como lo había hecho en otras oportunidades. 

El día siguiente, 25 de Mayo de 2015, se festejaría la Fiesta Patria con actos de hondo contenido patriótico (como siempre se hizo en Domínguez, mi pueblo natal).
Ese 25 de Mayo de 2015 sería especial para mi amigo; compariría el palco de las autoridades de Villa Domínguez, un pueblo de la Provincia de Entre Ríos. 



 

Juan Saldivia, 1er concejal y Vice Intendente Municipal de Villa Domínguez, junto a una alta funcionaria del Gobierno de Entre Ríos se aprestan a colocar una ofrenda floral al pie   de la estructura del mástil de la Plaza San Martín, en la que ondea la enseña patria.  



                    Gauchos Entrerrianos participando del festejo de la Fechas Patria.
                     Oscar Pascaner saludando a los gauchos entrerrianos.


     Alumnos de la escuela primaria bailando una zamba. 
     Los chicos con camisetas celestes pertenecen a la movida deportiva del Club Libertad.


      





  






      Juan Saldivia y Oscar Pascaner 
           78 años de leal amistad.
 El último emocionado abrazo de dos buenos amigos.
Mi amigo Juan Saldivia falleció el 23 de mayo de 2016     

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                                                                                                                                                       l             oscuentosdeoscarpascaner.blogspot.com.ar