jueves, 30 de octubre de 2014

ALMACÉN EL ENTRERRIANO

Arnoldo Anijovich nació en la década de 1940 en una de las colonias agrícolas cercanas a Domínguez
con una atrofia muscular que le impedía movilizar sus brazos y piernas.  
Sus padres vendieron el campo con casa, ganado y todo lo que había en él y se reinstalaron en el paraje denominado Altamira, partido de Mercedes, Provincia Buenos Aires.
Desde el sitio en el que ubicaban su silla de ruedas, Arnaldo veía y oía las charlas de los parroquianos que concurrían al almacén rebautizado El Entrerriano. 
Con una paletita de madera sostenida con sus dientes tecleaba en su computadora -de las primeras en llegar a nuestro país- todo lo consideraba interesante.  
Escribió unos cuantos cuentos. Transcribo dos de ellos.
  
Almacén El Entrerriano     Un día de fiesta                autor: Arnaldo Anijovich        
 "Cuando los medios de comunicación y de transportes eran menos efectivos y las distancias más notorias, los tradicionales almacenes de campo se constituían en verdaderas instituciones dentro de sus áreas de influencia. Células primarias de los actuales centros comerciales, cubrían las necesidades básicas de la gente ofreciéndoles servicios de aprovisionamiento y distracción, elemento que era escaso en los ambientes rurales.
El Entrerriano, en Altamira, a siete kilómetros de Mercedes, cumplía desde muy antaño, y hasta la década del 70, esa diversa y muy importante función social de Almacén de Ramos Generales y Despacho de Bebidas, como orgullosamente anunciaba en su frente, y de Club; lugar de encuentros y esparcimiento para el vecindario de una extensa zona.
Sus gruesas paredes de adobe, asentadas en barro, y su alto techo de tejuelas y tirantes de madera, exhibían en descascaradas formas de extraños mapas que, muchas veces y hacía mucho tiempo, habían sido pintadas a la cal. De esos tirantes, poblados de clavos y alambres colgaban en curiosa mescolanza, cabos de hacha, botas de goma, guadañas, embutidos y cachos de bananas.
Una repleta estantería hasta el techo, cubría dos de las paredes del salón de seis metros por ocho. Dos mostradores dispuestos en L, con la mitad del más largo cubierto con cinc estañado para las copas; el resto de madera fuerte, pulido a codo con sudores y alcohol de confidencias.
Del lado del público, sobre el gastado piso de ladrillos, una vitrina cajonera, un metegol, mesas de madera y sillas con asiento de junco.
Allí se encontraba de todo: forrajes, materiales para la construcción, ropa y perfumería; amén de ferretería y bazar, lo que no había se encargaba. Además había peluquería y cumplía la función de estafeta postal oficiosa.
Era habitual que todos los días, pero sobretodo los sábados y domingos, reuniera a gran número de parroquianos para jugar a las bochas, mentir un truco, sufrir un chinchón o, simplemente para pasar un rato entretenido en torno a las copas y charlando con los amigos.
En fechas especiales como aquel 25 de Mayo, había fiesta. En lo alto de la antigua casona coronada por pilares que recordaban las defensas de un fuerte, flameaba la bandera argentina.
Apenas pasado el mediodía detonaron una serie de bombas de estruendo para confirmar la realización de la fiesta y predisponer el ambiente.
En la calle lateral estaban colocados los arcos para las carreras de sortijas que se realizarían a primera hora. Luego se correrían carreras cuadreras improvisadas entre los participantes que más fe le tuvieran a sus fletes, y como broche de oro: Matinée Danzante con la actuación de la Orquesta de José Figueroa, artista exclusivo del Programa "Por las Rutas Argentinas" de Radio Mitre de Buenos Aires, según rezaba en los volantes.
Desde temprano comenzaron a llegar los jinetes ataviados a la usanza tradicional, de acuerdo a la propia adaptación libre o a sus posibilidades económicas.
Ataron sus caballos a la cadena que servía de palenque al frente del almacén y en los cercos de los alrededores.
Se mezclaban las vestimentas lujosas con las humildes alpargatas, y costosos emprendados chapeados, con los pobres aperos. Predominaban, en general, los pañuelos blancos al cuello y las cintas patrias adornando con los colores del cielo, el atuendo de los paisanos y sus cabalgaduras.
Llegaban familias completas en automóvil, en camionetas, en sulky, en carro y en tractor luciendo sus mejores galas y dispuestos a disfrutar de la jornada festiva.
En los fondos, ocho lechones crucificados en los asadores, se doraban lentamente haciéndole ronda a las brasas. Estaban destinados a ser consumidos durante el baile. Con igual fin, en la cocina había doce matambres caseros escurriéndose en las prensas.
Ansioso por la expectativa del acontecimiento llegó Gallareta montado en su petisa malacara, sólo con freno y cojinillo. Traía el traje y los zapatos en una bolsita. Pidió una caña Legui y enseguida pasó a la sección tienda.
  - ¡Qué suerte doña Rosa que acompañó el tiempo! -le comentó a la patrona que lo atendió- Va´ star lindo pa´ mover las tabas. ¡Y nada menos que con Figueroa! Hace dos años que no voy a un baile por el luto por mi cuñadita, que en paz descanse. Menos mal que justo ayer se cumplió el aniversario y pude venir.  Además tengo una tía jodida, así que dispués no sé si voy a poder otra vez. Deme una camisa de vestir, un calzoncillo, una camiseta y medias. ¡Ahhh! y un frasco de ese extracto, si, ese, Gotas de Amor. Hice temprano el aparte en el tambo, pasé por la Estación Tomás Jofré pa´ levantar las pilchas y me vine derecho pa´ no perder tiempo. Ahora, si me permite, voy a darle agua a la yegua en el bebedero de atrás del galpón, de paso me lavo un poco y me pongo de pinta.
Las sortijas se desarrollaron con normalidad a primeras horas de la tarde, con abundante cantidad de participantes y de público. 
En un ambiente familiar, de amigos, todos participaban de la diversión. 
El tropel de cada caballo, con su jinete parado en los estribos, y en su brazo alzado el pequeño puntero a manera de lanza, era seguido con atención generando bromas, comentarios, críticas y elogios.
  - ¡Le hizo cosquillas!
 - Se acomoda lindo el Negrito Requena. Lástima que el matungo que tiene no le sirve, si no, andaría muy bien. 
  - ¡Mirá qué buena atropellada tiene el alazán del Ñato Gorosito!
Cuando el brazo del corredor seguía en alto luego de pasar bajo el arco, era señal de que el intento fue exitoso. Su regreso al lugar, para confirmar el logro y reinstalar la sortija, era acompañado de aplausos. Los mismos caballos parecían sumarse a la euforia triunfalista incorporando a su marcha, al ser sofrenados, pasos de costado, cabeceos, caracoleos y demás.                                                          
Las apuestas que se hicieron en la polla eran modestas, apenas como para despuntar el vicio de los aficionados y dar un toque de mayor animación a la reunión. La armonía reinante sólo la alteró un pintoresco curda que, desentonando  con el conjunto, provocó el rechazo de unos y la diversión de otros. La presencia del sargento Mansilla y del cabo Banegas, fusta en mano, saludando y haciendo sociedad, fue suficiente para pacificarlo.
En el amplio patio de ladrillos y cemento alisado se instaló el amplificador de sonido junto al palco de tablones. Ya se habían colocado las luces; los bancos contra las paredes, las mesas y sillas, bajo los mandarinos de la entrad, junto a la cantina.
Los altoparlantes comenzaron a difundir las primeras grabaciones: La Cumparsita por Darienzo, Bahía Blanca por Di Sarli, L Payanca por los muchachos de antes, Despué del Carnaval por Varela, rancheras por Rafael Rossi, los Wawancó, Rosamel Araya y otros.
La gente tomó ubicación alrededor de la pista. Las primeras fueron las mujeres con hijas mozas y los más chicos; se ubicaron en los bancos. Las familias y grupos de amigos se instalaron en las mesas. Los varones se agolpaban en la entrada campaneando el ambiente. Apenas declinaba el sol cuando subieron los músicos al escenario y comenzó el baile.
Los González hicieron punta, los siguió Gallareta con la rubia Altabe. Al rato la pista estaba colmada y la danza en su apogeo.
En perfecta conjunción, se integraban las botas y bombachas de paisano con los trajes y corbatas, los rostros curtidos de la gente que trabaja al sol y el cutis más claro de los que vinieron de la ciudad. La piel mate de los criollos con la piel más blanca de los gringos, sin diferencias raciales, sociales, económicas, ni de edades.
Bailaban las bonitas e ilusionadas jovencitas primorosamente arregladas a la moda y las mujeres algo mayores. Tampoco faltó la pareja de abuelos bailarines que acaparó la admiración de todos. Los varones invitaban con un cabeceo, uña seña con el dedo simulando giros acercándose a la dama, de acuerdo a la época que pertenecen.
Varios mozos, haciendo equilibrio con sus bandejas en alto, llevaban bebidas, lechón y sándwiches de matambre preparados en la cocina por la patrona; esquivaban parejas y a chicos jugando.
Los músicos se prodigaban en largas intervenciones y el público les correspondía con aplausos, ovaciones y pedidos de bis.
Gallareta bailó toda la velada como si quisiera recuperar el tiempo perdido sin importarle el ritmo ni la compañera que aceptara su invitación. Unicamente hacia un alto para entonarse con unos tragos.
A las doce de la noche el animados anunció la terminación del baile agradeciendo la concurrencia. Los más entusiastas se lamentaban pidiendo una yapa porque la reunión estaba de lo mejor. Los músicos concedieron un par de bises.
Todos empezaron a buscar sus pertenencias y a sus familiares, saludaron a sus relaciones y emprendieron la retirada. Algunos tendrían que recorrer tres o cuatro leguas en carro y llegar justo para hacer el tambo, otros dormirían aunque asea una o dos horas.
Cerca de la salida con su eterna sonrisa a flor de labios y su inalterable cordialidad campechana, Samuel, el entrerriano, saludaba en forma personal a cada uno de los asistentes prometiéndoles que pronto haría otra reunión.
El cansancio de las últimas dieciocho horas y de los incontables años de intensa labor sin mezquinarse, sólo se notaban en el brillo de sus ojos.
Gallareta, que acababa de retirarse, regresó. Se lo veía compungido secándose las lágrimas con el pañuelo.
  - Samuel -dijo aproximándosele- me vinieron a buscar porque falleció mi tía, así que me voy de aquí nomás. Ya mandé avisar a las casas con Ferreira. Mañana vienen buscar la yegua, la dejo en el potrerito. Pobre tía, yo la quería mucho. ¡Cómo era de buena que nos dejó terminar la fiesta y recién después se murió!
Al día siguiente, haciendo limpieza en el patio, encontraron un telegrama a nombre de Roberto González (Gallareta) que había retirado de Estación Jufré la mañana del día anterior. Al abrirlo leyeron el texto: Murió tía Justina. Te esperamos. Pedro.
Gallareta llegó al baile sabiendo ya del fallecimiento de su tía.
Hoy, el progreso dejó atrás la importancia centralizadora de los boliches de campo.
En Altamira subsiste el almacén "El Entrerriano" debatiéndose entre el modernismo, el mito y la leyenda. Conserva el influjo de Samuel, que se quedó en el tiempo... pero perdura la fuerza de su epopeya". 

                                                                   * * *                loscuentosdescarpascaner.blogspot.com.ar


La prueba                                                                                        por Arnoldo Anijovich


"Nemesio Godoy nació en la estancia El Trebolar donde su padre fue puestero hasta que murió en un accidente de trabajo. Desde entonces, Nemesio, a sus doce años, pasó a ser el peoncito para todo servicio, el chico de los mandados del establecimiento. Con sus obligaciones no le quedaba tiempo para andar cazando pajaritos o haciendo travesuras. De esa forma, con su madre trabajando en casa de los patrones y él, en lo suyo, pudieron arreglárselas para seguir adeñlante y mandar a los hermanos menores a la escuela.
Años después le dieron el puesto de guachero del tambo. Por costumbre siguieron tratándolo como si fuera el chiquilín de siempre, con eso parecido a paternalismo; que el aceptaba con humildad porque se sentía querido.
Había unas cuantas chinitas que no les resultaban del todo indiferentes y, ya próximo a enrolarse, sentía la necesidad de demostrarla a los demás, y a sí mismo, que era un hombre hecho y derecho. Ya venía dando pruebas de serlo desde que murió su padre pero sentía que necesitaba algo más intenso.
Sorpresivamente se le presentó esa oportunidad.
Todos los años se realizaba para las fiestas patrias la tradicional Polla de veteranos con la participación de conocidos caballos de la zona.
Hablaron a don Manuel para pedirle que haga intervenir a Centella, el que fuera el crédito de la zona. Estuvo por negarse porque el parejero ya había quedado para reproductor, pero al ver que lo miraban con ironía, aceptó el desafío.
Don Manuel le preguntó a Nemesio si se animaba a preparar a Centella para correr el próximo 9 de julio.
Nemesio aceptó esa responsabilidad con emoción; ese caballo estaba ligado a sus recuerdos y fantasías de la infancia. Era el mejor reconocimiento a su silencioso cumplimiento a su trabajo y a su madurez. Sintió que todo empezaba a cambiar para él, le entraron granas de saltar y gritar a todo pulmón pero se contuvo. 
Nemesio recordaba a Centella desde potrillo, cuando su padre, considerado el mejor domador de la zona, lo amansaba.
  - Palenque, mucha manguera para tranquilizarlo a puro chorro de agua, mucha rasqueta y manoseo desde abajo para terminar de quitarle las cosquillas -tenía presente cómo su padre le explicaba los secretos del oficio mientras trabajaba y él lo seguía. - Después cuando esté entregado y mimoso como un gatito, se lo ensilla con un freno liviano para que se le acostumbre la boca. Recién ahí lo montás. Si lo trataste con cariño casi seguro que no corcovea, entonces lo trabajás mucho dando vueltas para que aprenda a dar rienda. Nunca hay que pegarle y menos hacharlo con las espuelas; con paciencia y con cariño conseguís todo lo que querés. Las espuelas sólo son buenas para vestir a los paisanos en los días de fiesta.
En su pieza lo tenía en un cuadro apilado en el lomo de padrillo cuando ganó su primera carrera.
Era su característica, cuando corría, llevar atada sobre la frente una larga cinta patria a manera de vincha, con los extremos flameando llamativamente sobre su espalda. Tal como se lo veía en el cuadro.
Desde siempre Nemesio había estado cerca de Centella soñando con montarlo; ahora, de pronto, el cuidado y la preparación quedaban a su cargo. Sabía que iba a ser difícil porque el animal ya no era el de antes, hacía mucho que no corría y la mayoría de los que entraban en la polla todavía seguían en actividad. Confiaba en que en los dos meses que faltaban, con una buena ración de avena todos los días, algunas vitaminas y baqueteadas podrían ayudarlo para ponerlo en forma.
Había más, don Manuel le prometió que si lo hacía salir bien parado de ese aprieto le haría un buen regalo. Si ganaba le daría la cuarta parte del importante premio.
  - Pero es mejor Nemesio que no te ilusiones con ganarlo. -agregó.
Las ilusiones del muchacho sí tomaron vuelo hasta que se le hizo imposible descenderlas voluntariamente. No podía dejar de pensar en lo que haría con ese dinero. Su padre había soñado siempre con tener algún día un techo en la ciudad para que él y sus hermanos estudiaran y tuvieran donde quedarse cuando lloviera o hiciera mucho frío; quería que el día de mañana fueran algo más que peones.
Después ocurrió la desgracia; pero sus hermanos estaban a tiempo.
  - ¡Qué lindo sería cumplir el sueño del viejo! -se decía.
Todos fueron sueños y trabajo. No hubo amaneceres, por más heladas que cayeran, que no encontraran a Nemesio vareando el caballo; los momentos libres que le quedaban de su tarea con los terneros, los usaba para bañarlo o hablarle mientras lo rasqueteaba acariciándolo. Por las tardes, orgullosamente lo sacaba a caminar cubierto con la lujosa capa que fuera a caminar con la lujosa capa que fuera testigo de las mejoras épocas del zaino malacara.
A medida que se acercaba la fecha de la carrera, la expectativa por la reaparición del viejo crack iba en aumento aumento. La gente tenía aún fresco el recuerdo de sus hazañas por las pistas de la región.
Los que más conocían de caballos de carreras no eran optimistas. 
En los entrenamientos se advirtió que no estaban equivocados; su rendimiento dejaba mucho que desear. Su pelaje y el porte elegante había recobrado el brillo de antes, pero los tiempos que marcaba en las pruebas eran mediocres. Para peor, faltando dos semanas para la carrera, cuando pisaba empezó a aflojársele la mano derecha. Fue un golpe duro que completó la desazón general.
El veterinario diagnosticó un ligamento distendido a causa de una mala pisada o por los esfuerzos del entrenamiento. Prescribió un desinflamatorio local y otro inyectable durante cinco días. Había que suspender los ejercicios intensivos; en ocho días se sabría si estaría en condiciones para participar de la carrera, o no.
Doña Maruja Playero, a quien también fueron a ver, hizo una prueba con unos granos de trigo en un plato con agua; señaló que había dos nervios recalcados, le practicó curaciones de palabras acompañadas por señas invocatorias; coincidió con el veterinario en que debían dejarlo descansar unos cuantos días para que los nervios vuelvan a su lugar.
El 9 de Julio, en la Cancha Municipal de Carreras se entraba prácticamente toda la gente del pueblo y de los alrededores con sus mejores galas disfrutando del programa de celebración de la fecha patria. Después habría baile popular en el Centro Cívico.
Se veían hermosos caballos de carrera rodeados por dueños, cuidadores y aficionados discutiendo posibilidades y palpitando triunfos. Se respiraba el clima festivo. En la delegación de la Estancia El Trebolar predominaban la preocupación y el desánimo. Nemesio, contrastando don el pesimismo de los demás mantenía confianza en su pupilo. Su entusiasmo y sus insistentes pedidos fueron las únicas razones por las que don Manuel no retiró a Centella de la competencia.
Al salir Centella a la pista se vio radiante a Nemesio en el viejo campeón vistiendo camisa celeste, bombachas angostas, alpargatas, faja, pañuelo y boina blancas impecables que resaltaban con su cabello negro y su cutis cobreado a soles.
Allí estaban los antiguos rivales de Centella: Buscapié, Sacapuntas, Chicotazos,
entre otros. Todos estaban al tanto de la lesión de Centella. 
Se escuchaba ofrecer apuestas a todos los caballos menos a Centella. 
  - Parecés el fiambrero con esa mortadela. -le dijo a Nemesio uno de los corredores.
  - Con esta mortadela se atorarán unos cuantos. -contestó el muchacho 
Un viejo amigo de su familia se le acercó.
  - Dios te acompañe m´hijo, te lo merecés por luchador.
 - Esté tranquilo don Gómez. Soñé con el Tata, prometió ayudarnos -dijo Nemesio  en tono confidencial reflejando una fe absoluta.

Horas más tarde, el fotógrafo del diario local desechaba la fotografía de la Polla de Veteranos que debía ir en la primera página destacando el inesperado e insólito triunfo de Centella que llegó a la meta con un cuerpo de ventaja.
En la foto aparecía, detrás de Centella, una transparencia de otro caballo cuyo jinete, con una vincha en su cabeza y las tiras volando a sus espaldas, tocaba con la fusta las ancas del ganador.
  - ¡Qué fenómeno más extraño me arruinó esta foto! -dijo malhumorado el fotógrafo del diario local desechándola."

                                                                    * * *               loscuentosdescarpascaner.blogspot.com.ar

CUENTOS DE ANDRÉS


Las Galaxias
 Para mi viejo…


          La primera vez que viajamos por las galaxias el Capitán se quedó conmigo todo el trayecto. Me decía que tenía que tener cuidado porque las galaxias eran muy gigantes y si bien eso permitía que cualquier cosa fuera posible, también hacía probable que algún día me perdiera en la infinidad del espacio y no volviera a ver nunca más a mi tripulación. Creo que aquel era el mayor miedo del Capitán, porque siempre me decía que yo era su mejor hombre y que estaba orgulloso de tenerme en su equipo. Yo estaba en la parte de atrás del vehículo y le pedía permiso para pasar a la cúpula principal donde él conducía la nave, pero no me dejaba. Decía que todavía tenía muchas cosas por aprender, pero yo sospechaba que simplemente no quería que el resto del grupo se pusiera celoso porque yo era su preferido. De hecho, cuando estábamos solos, el Capitán siempre me dejaba sentar a su lado. Yo lo miraba con una inmensa admiración, pero el insistía en que girara la cabeza en torno a la ventana así no me perdía de la hermosura de las galaxias.
          Después de varios viajes, el Capitán me dijo que ya estaba preparado para ocuparme de la nave yo solo. Nunca antes había sentido tanto miedo, pero sabía que no podía decepcionarlo y acepté el desafío. Además, la nave avanzaba tan rápido y se manejaba tan fácilmente que estaba convencido de que no habría margen de error. Y entonces, estando completamente solo, por primera vez pude ver las galaxias. El Capitán tenía razón – él nunca mentía – la vista de las galaxias era hermosísima. La oscuridad del paisaje sobresalía por sobre todas las cosas, pero también habían luces y colores extraños, y un tipo de nubes que empañaban la cúpula de a ratos y la mojaban a veces. Unas turbinas giraban sin cesar a ambos lados y a menudo tenía que esquivar los remolinos. Aquel era el misterio más apasionante de mi vida. Cuando llegué a la estación espacial pensé que el techo de metal me aplastaría ya que la construcción se venía hacia a mí, pero sobreviví. Me reencontré con el Capitán y seguimos con nuestros viajes y con nuestras vidas.
          Al final crecí y dejé de viajar por las galaxias. Comprendí que el Capitán sí mentía de vez en cuando, pero aprendí a perdonarlo con el tiempo. Las galaxias no eran infinitas, ni siquiera eran grandes. La vida se llenó de problemas, y ya no pude viajar más. Se acabaron los misterios y las pasiones, y mis días se convirtieron en una rutina gris, sin colores ni luces, ni turbinas que giraran…
Hasta que un día llevé a mi hijo al mismo lavadero automático de coches al que me llevaba mi viejo. El mocosito del asiento de atrás me preguntó si podía sentarse al lado mío, en la cúpula de la nave, y me llamó Capitán. Recuerdo que ese mismo día le expliqué que las galaxias eran muy gigantes y que eso hacía que todo fuera posible, y mi vida se llenó de apasionantes misterios nuevamente.


***
El Océano
          Le decían Alpargata, porque no servía para ningún deporte. Un día, un equivocado se equivocó y le dijo Ojota, y todos nos reímos igual porque el chiste seguía teniendo sentido. Pero más sentido tuvo para él, porque comprendió que el equivocado había sido el único acertado. Ojota le quedaba bien, porque le gustaba nadar. A menudo nadaba en lagos y en lagunas, y ríos y mares. Ríos de colores donde todo era posible; todo dentro de su cabeza, por supuesto. Mares de imaginación sin olas, ni sal, ni peces, aunque a veces muy profundos.
          Cansado de la burla de nosotros  —sus amigos— anunció que había encontrado su razón de ser, su lugar en el mundo, su función en esta vida. Se calzó las ojotas, luego se las descalzó, y saltó del trampolín a la piscina sin titubear. Por primera vez saltó sin ningún miedo a una pileta con agua de verdad. Nosotros mirábamos entre asombrados y entretenidos, anonadados pero divertidos. Apostábamos quién sería el primero que tendría que meterse para rescatarlo y le gritábamos nuevas bromas improvisadas para distraerlo. Pero él no escuchaba. Él sólo nadaba. Y nadó por un rato, nadó bien. Pero después salió y nos comunicó un poco decepcionado que no había sido gran cosa, que creía que aquel lugar le quedaba demasiado chico.
          Inmediatamente, se vistió y volvió a calzarse las ojotas. Sin equipaje, arrancó su auto y partió para la costa. Nosotros fuimos con él. ¿Qué otra cosa podíamos haber hecho más que ir con él, si eso lo que hacen los amigos? Cuando llegó a la orilla intentamos persuadirlo de que no lo hiciera una última vez. Lo intentamos con palabras y con humor, ese era nuestro estilo, pero nunca por la fuerza. Dijo que nadaría por todo el Océano Atlántico y llegaría hasta África, y recién entonces nos llamaría por teléfono y nos contaría cómo le había ido. Para que nos quedáramos tranquilos. Es cierto que nos asustamos un poco al principio, pero, al ver la determinación con la que brillaban sus ojos y la satisfacción en su rostro, no pudimos hacer más que brindarle todo nuestro apoyo y desearle la mejor de las suertes. Lo seguimos con la vista hasta que se convirtió en un puntito negro a la altura del horizonte. Todavía movía los brazos y pataleaba con entusiasmo, y salía cada tanto para respirar. Por momentos se daba vuelta para ver si seguíamos ahí y nos saludaba desde lejos.
          Después volvimos y esperamos su llamado, pero nunca llamó. A lo mejor, no hay teléfonos en África, o él no sabe la característica que tiene que marcar. A lo mejor, se topó con alguna isla paradisíaca en su camino y se olvidó de avisarnos, tan despistado que es. O tal vez, simplemente no llama porque está un poco deprimido. Conociéndolo, es probable que, al igual que la piscina, el océano le haya quedado demasiado chico.
***
¡Llueve!
          Cosa rara la lluvia y no es más que agua que cae del cielo. Cada gota salta sin paracaídas y muere contra el suelo sin mostrar el menor gesto de preocupación. Pero la lluvia no es una gota, la lluvia es lluvia. El exponente máximo del trabajo en equipo que se da cuando todas las partículas de agua en el aire deciden empapar una superficie.
          Tema de conversación universal, la lluvia forma parte en los argumentos de libros, películas, canciones y obras de arte. Inspira a los artistas y a los aspirantes a serlo, permitiéndoles crear o al menos creer que crean. Indiscutible generadora de fantasías, una llovizna es perfecta para romper el hielo entre dos personas que recién se conocieron, y – cursilería o no – es ideal para sellar relaciones con un beso.
          La lluvia rompe los esquemas de la rutina, regálndonos a todos un día lluvioso. Bendición para quienes la necesitan o maldición para quienes perjudica, nadie se enoja con el temporal ni intenta detenerlo. La gente acepta y sobrevive. La lluvia es, entonces, la prueba perfecta del poder de la naturaleza sobre el hombre. El diluvio humilla a las personas humedeciendo su burocracia y convirtiendo su automatismo en individualismo. Los oficinistas demoran sus trabajos de oficina y sus mejores trajes se ven completamente embarrados, manchando al más pulcro. Los ubicados corren como locos y los amantes se quedan en sus camas amándose un rato más. Los peones estacionan en los lugares reservados para los gerentes y los transportes públicos permiten viajes gratis siempre y cuando los pasajeros se solidaricen y se aprieten un poco sin importar cuan mojado está el de al lado. Las llegadas tarde de los alumnos no son penalizadas por las autoridades de los colegios, quienes los miran entrar con lástima porque tiritan de frío. Dichos mandatarios creen tener un dios aparte por el simple hecho de estar más secos que los estudiantes, y sonríen triunfantes al mostrar su infinita bondad dejándolos pasar cuando el tiempo les juega en contra. No obstante, ellos siquiera sospechan que los vencedores son los jóvenes, quienes encontraron en la lluvia una excusa perfecta para romper las reglas de un régimen establecido. Porque quiérase o no, cada vez que llueve el sistema tiembla y se tambalea, y queda en evidencia la forma en la cual todo lo que el ser humano inventó puede convertirse en nada cuando las nubes resuelven disparar sus chispas aguadas.
        
          Dirán que esta humilde reflexión que homenajea a los chaparrones está cargada de errores técnicos, personificaciones irrelevantes y exageraciones innecesarias. Me hablarán del estado líquido del H2O, de la presión atmosférica y de otros términos científicos y meteorológicos como las causas únicas para los truenos, los rayos y los relámpagos. Sin embargo, la razón por la cual nunca va a dejar de llover es porque nunca va a faltar aquel que, estupefacto ante el fenómeno más increíble de todos, concluya diciendo cómo llueve, che.
***
“Tres Cajitas” 
Se lo regalaron para navidad. En realidad se lo regalaron un par de semanas antes de navidad, pero fue tan importante que Matías no se amargó cuando no encontró un paquete que dijera Matías debajo del arbolito. Era un Fiat 128 Súper Europa, ese que parece tres cajitas de cartón cuadradas unidas con pegamento; una cajita en el lugar del capó, otra más alta en el medio y otra igual que la primera en el lugar del baúl. Era azul despintado. Era modelo ’89, igual que Matías. Era su mejor amigo.
            Matías trabajaba en una fábrica de alfombras a unos cuarenta minutos de su casa cuando iba en tren. A diecisiete con el auto. Pero los veintitrés minutos diarios que se ahorraba para ir al trabajo y los veintitrés minutos diarios que escatimaba de regreso a casa estaban lejos de ser la principal ventaja del Súper Europa. Para Matías, lo más asombroso de ese fantástico mundo nuevo que empezaba a descubrir era el hecho de no tener que volver a viajar en tren. Nunca más. Por fin no volvería a estar tan cerca de un extraño como para poder besarlo en la boca, como para poder respirar su mal aliento. Por fin no volvería a necesitar la cálida transpiración del resto de los pasajeros para calentarse en invierno y refrigerarse en verano. Por fin dejaría de sentirse una cabeza de ganado rumbo al matadero. Esas tres cajitas azules unidas por pegamento, ese regalo que no fue precisamente de navidad, cambió la vida de Matías.
            El día que la vida de Matías cambió por segunda vez, volvía a su casa de la fábrica de alfombras en el Súper Europa. Como siempre, tenía la ventanilla baja y el estéreo a todo volumen. Que el mundo se entere que soy fan de Green Day. A las tres y tres minutos frenó en el semáforo de Maipú y Ugarte. No puso el cambio en punto muerto, sino que lo mantuvo en primera y dejó el embriague apretado; una vieja manía de la que no sabía despegarse. El estéreo enmudeció por ese par de segundos que tarda en terminar “Wake Me Up When September Ends” para dar comienzo a “Minority”, y el mundo quedó en silencio. Fue en ese instante que Matías echó un instintivo vistazo al coche detenido a su izquierda. Auto negro con vidrios negros, varias decenas de miles de dólares más impuestos, porque sólo se trae de afuera. Hombre grande de mirada helada y corte militar al volante. Hombre joven de mirada ambiciosa y rasgos sajones en el lugar del acompañante. El tipo del corte militar le hizo un gesto al extranjero, y los dos enmudecieron igual que el estéreo de Matías. Los dos miraron al mejor amigo del Fiat 128 Súper Europa. Los ojos del hombre al volante eran profundos y negros como la entrada del infierno; los del copiloto extranjero, los botones que activaban una bomba atómica plantada en el interior de Matías. 
            Matías arrancó. Los neumáticos lloraron a modo de protesta; Matías nunca los trataba así de mal. Cruzó el semáforo en rojo, todavía pensando en lo que había escuchado. Algo sobre que el presidente moriría ese mismo día. ¿Y el tipo de aspecto yanqui? ¿De dónde le sonaba? ¿Podía ser el prometedor empresario que la tele dijo que llegó al país el día anterior? ¿Podían ser dos desconocidos hablando trivialidades en un coche importado? ¿Por qué mierda voy con la ventanilla baja? ¿Por qué mierda hoy no tomé el tren? “Minority” ya sonaba. Dos policías de tránsito le indicaron que se detuvieran. Uno de ellos se acercó para regañarlo, soltarle el discursillo sobre conciencia y seguridad vial. Hacerle su primera multa. A Matías todo eso le parecía ajeno, como si pasara en una galaxia muy, muy lejana. Matías sólo tenía ojos para su espejo retrovisor, que le mostraba horrorizado al coche importado arrancando detrás suyo, pasando también en rojo, siendo detenido por el control policial. Otro policía de tránsito que no lo regañó ni le soltó el discurso ni le hizo la multa se acercó al coche importado. El otro policía de tránsito era moreno, pero su rostro se tornó blanco cuando el tipo del corte militar le mostró una placa. El otro policía de tránsito moreno pálido les indicó que siguieran; en el espejo retrovisor se lo podía adivinar disculpándose. El coche importado arranco y pasó junto al Súper Europa a paso de hombre. El acompañante extranjero, ese que tal vez le sonaba a Matías del noticiero o de ningún lado, anotaba la patente del auto de Matías – o cualquier otra cosa.
            Matías llegó a destino pensando sólo dos cosas: que el presidente moriría ese mismo día, y que él moriría también. Abandonó el Súper Europa con desdén impropio y se metió en su casa para tratar de aclarar las ideas. No había nadie y era una suerte. Ver a cualquiera de sus padres, ese par de gente linda que le regaló tanta alegría un par de semanas antes de navidad, y saber que puso sus vidas en peligro le habría roto el corazón. El semáforo de Maipú y Ugarte. A pocas cuadras de la quinta de Olivos. Matías entendió de golpe lo que tenía que hacer. Regresaría a la casa presidencial y les diría lo que había oído. Hablaría con el presidente en persona si era necesario.
            Matías arrancó el motor. El Súper Europa despegó a una velocidad incontrolable. En menos de diecisiete minutos, mucho menos, estuvo de vuelta en el lugar que cambió su vida por segunda vez. A la altura de la quinta de Olivos dobló en U sin mirar para los dos lados y sin ver la limusina estacionada contra la que se estrelló. El chofer se salvó. El presidente de la Nación y el custodio de turno en el asiento trasero no corrieron con la misma suerte. Y Matías nunca volvió a ver a su mejor amigo, un Fiat 128 Súper Europa modelo ’89 color azul despintado.
Ese que parece una sola cajita compacta de cartón corrugado.

 ***
Veintiséis de Marzo
            La luna mentía bien la noche del veintiséis de marzo. Fernando apagó el motor del Europa cero kilómetros que sus padres acababan de regalarle para su cumpleaños número dieciocho. El coche parecía tres cajitas cuadradas adheridas con pegamento; una cajita en vez del capó, otra un poco más grande para los asientos y la que ocupaba el lugar del baúl del mismo tamaño que la primera como si fuera un número capicúa. Era azul metalizado, igual que los ojos de Silvia. Fernando no estaba seguro quién de los dos era su primer amor: Silvia, impaciente en el asiento del acompañante, o su Fiat 128.
            —¿Me dejás poner un cassette?
            —¡Pero claro! —respondió Fernando al instante, orgulloso de que su estéreo tenía incorporado pasacassette en lugar del anticuado pasa magazine.
            Silvia introdujo el lado B de un repertorio robado de la radio y la voz clandestina de Mick Jagger se puso a aullar que —si lo encendían— ya nunca iba a poder detenerse. Fernando alzó la ventanilla, temiendo que algún vigilante nocturno se fijara en ellos. Temiendo que una brisa fresca le arrebatara el momento en vez de congelarlo para siempre. Temiendo no ser capaz de mantenerla encerrada todo el tiempo que fuera necesario, porque presentía que una vez que se bajaran del auto sólo conseguiría acompañarla derrotado hasta el umbral. Temiendo. Ya habían cenado una montaña de espaguetis en Pipo y habían visto Indiana Jones en el autocine. Fernando sabía dónde quería darle un beso a Silvia; el problema era que no sabía por dónde empezar.
            —Tus ojos son dos faroles que iluminan mi camino… —comenzó a recitar risueño mientras le acariciaba el pelo.
            Silvia torció una sonrisa encantadora mordiéndose la parte inferior del labio. Definitivamente era ella y no el coche el primer amor de su vida. Envolvió su mano pequeña en la suya mientras consultaba internamente si sería adecuado completar el chiste con aquello de que una noche los cerraste y me hice torta contra un pino. Se disponía a hacerlo, cuando lo tomó por sorpresa:
            —¿Qué vas a hacer cuando vuelvas?
            —¿Cuando vuelva? —repitió él.
            —Sí, cuando vuelvas —confirmó Silvia.
            Fernando tragó saliva, se aclaró la garganta y adoptó una expresión apasionada.
            —Primero voy a estudiar Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires. Los primeros cuatro o cinco años voy a hacerlos de un tirón. Después tal vez me atrase un poco, cuando empiece a trabajar. Entraré en la planta de Ford o de Fiat. Voy a diseñar autos, ¿sabías? En los años veinte, Henry Ford decía que podías comprarte un automóvil de cualquier color que quisieras… siempre y cuando el color que quisieras fuera negro. Pero la industria cambió un montón desde entonces, ¡y ni hablar de todas las opciones que van a haber para cuando yo me reciba!
            —¡Epa! Ya tenés toda la vida planeada. ¿Ya sabés también cómo se va a llamar tu perro? —se burló Silvia.
            —Richard Kimble —contestó Fernando y sintió de inmediato cómo el color rojo iba apoderándose de su rostro—. ¿Nunca viste la serie El fugitivo?
            Ella frunció el entrecejo pero jamás aflojó la sonrisa.
            —¿Y vos qué vas a estudiar? —preguntó Fernando para salir del paso.
            —No sé si voy a estudiar. Yo soy más de vivir el momento. Quiero ser actriz.
            —¡¿Actriz?! —se escandalizó él—. ¿Qué? ¿En un teatro?
            —No. En el cine. Quiero ser actriz de cine. ¿Vos sabés cómo inventaron el cine? —ahora era el turno de ella para desasnarlo—. Un tipo que tenía mucha pero mucha plata quería saber si los caballos, al galopar, levantaban las cuatro patas del suelo al mismo tiempo. Así que mandó a fabricar una cámara que sacara muchas pero muchas fotos por segundo para poder averiguarlo.
            —¿Y levantan las cuatro patas al mismo tiempo?— se interesó Fernando.
            —¡¿A quién le importa?! —retrucó Silvia con frustración, como si el otro no hubiera entendido el sentido de lo que acababa de contarle—. ¡Inventaron el cine!
            Fernando la miró en silencio, permitiendo que la incomodidad los invadiera. Tantos años amándola de lejos, mientras daba lección en el frente o la veía pasar por los pasillos del Colegio Nacional, para descubrir de repente que pertenecían a dos mundos distintos. Fue Silvia la encargada de romper el hielo:
            —¿Y no vas buscarte una novia, cuando vuelvas?
            —Cuando vuelva, sí.
            —¿Qué tiene que hacer una mujer para que un hombre como vos la quiera? —quiso saber ella y su mirada azul centelleó con más intensidad que nunca.
            —Yo quiero como los niños, a cambio de besos y caramelos —repuso Fernando.
            Silvia le convidó un Sugus de frutilla que paseaba en su morral junto con los cassettes de los Stones, y Fernando le agradeció con un roce tierno en la comisura de los labios. Ella abrió la boca de par en par. Comenzaron a devorarse con el hambre de besos que sólo se tiene a los dieciocho años en el asiento delantero de un Fiat Europa, acompañando esos besos con un sinfín de torpes caricias. Besar a Silvia era oír todos los fuegos artificiales de Año Nuevo explotando al mismo tiempo. Era abrir el cofre de Feliz Domingo. Era sentirse vivo, vivir por siempre, sobrevivir para poder besarla de nuevo.
Se despegaron recién cuando Jagger dejó de tararear algo sobre la importancia de esperar a los amigos. Emergieron al otoño. Fernando escoltó a Silvia hasta el portón del edificio donde vivía y la despidió con un último piquito.
Al día siguiente, partió rumbo a Malvinas. 
Andrés Pascaner  

SABIDURÍA GAUCHA

publicado en Antología Cultural del Litoral Argentino.
      
     Algunas sentencias gauchas les enseñaron a los noveles agricultores 
a mirar al cielo y observar los animales para predecir el tiempo.

La luna, con halo, o rueda, blanca, anuncia lluvia; con rueda rojiza, sequía.
- Anuncia sequía cuando a la entrada del sol, el poniente es muy colorado. 
- Indica lluvia cuando el sol sale en medio de nubes.
- Lloverá si la estrella de la ”oración” (el lucero) es colorada y aparece al poniente.
- Mañana habrá viento si la luna está rodeada de un círculo amarillo.
- Lloverá si al ponerse el sol, las nubes se tiñen de siete colores.
- Si corre viento norte tres días seguidos, indicio de lluvia. 
- Lloverá si al salir el sol hay una nube muy estirada en el naciente.   
- Va a llover si al ponerse el sol se divisa una rayazón con listas blancas y rosadas que cruza todo el cielo hacia el naciente. 
- Lloverá hasta la luna llena si la luna nueva se inicia con agua.
- Cuando las estrellas se visten de blanco, señal de lluvia.
- Anuncia lluvia cuando se observa en el poniente un color amarillento o rojizo en el momento de salir el sol estando semi nublado.
- La tormenta que comienza después de salir el sol, no dura más que al mediodía.
- Cuando más blanca la luna, más agua. 
- Habrá lluvia cuando en el cielo limpio aparecen por todos los rumbos unas  nubecitas aisladas y pequeñas, que se llaman camperas.
- Una mancha de siete colores, extendida y baja en el horizonte, indica que está lloviendo en cantidad en esa dirección. 
- Si el cielo se ve entrecubierto de nubes azuladas y rojas, anuncia piedras.
- Cuando el aro de la luna o de las estrellas tiene siete colores, anuncia ciclón; si es 
blanco, lluvia; colorado o pardo, viento.
- Mucho rocío, señal que se ausenta la lluvia.
- El rocío cae con tiempo sereno y seco, no cae estando húmedo o nublado. 
- El viento del poniente, anuncia tormentas.
- Los ojos de buey son manchas chicas de siete colores: anuncian sequía si salen al costado del sol en el poniente; en el naciente, anuncian lluvia.

- Señal de sequía si entra el sol rompiendo las nubes del poniente. 
- Una nube única, larga y extendida, soplará viento en dirección de la nube.  
- Si la punta del haz de nubes está torcida como cola, habrá remolino. 
- Soplará viento si el gallo canta más temprano que de costumbre.
- Es signo de sequía la abundancia de telas de araña. 
- No tardará en llover si la hoja del zapallo entristece y se vuelca.
- Señal de tormenta o de cambio atmosférico cuando el algarrobo gotea resina.
- Lloverá si las gallinas suben a los árboles y se agrupan en pleno día.
- Los burros se guarecen bajo los árboles o enramadas cuando el tiempo se prepara para llover.
- Antes de la lluvia las hormigas coloradas sacan los huevos de sus nidos y los llevan a lugares más altos. ....
- En verano lloverá si las víboras se revuelcan en los caminos.
- La lluvia está próxima si canta la rana verde o el sapo en día caluroso.
- Lluvia segura si la vizcacha sale a pastear de día o a revolcarse en el agua.
- No tardará en llover cuando los vacunos empiezan a hoyar, bufar, oler pa´ arriba o sacudir una pata de atrás como si tuviera barro.
- Lluvia segura si los yeguarizos sudan andando sueltos sin haber trabajado.
- Lloverá cuando la perdiz canta con cielo nublado.
- Es signo de lluvia la aparición de la araña peluda o pollito.
- Lloverá si las gallinas suben a los árboles y se agrupan en pleno día.
- Los burros se guarecen bajo los árboles o enramadas cuando el tiempo se prepara para llover.
- Antes de la lluvia las hormigas coloradas sacan los huevos de sus nidos y los llevan a lugares más altos.
- En verano lloverá si las víboras se revuelcan en los caminos.
- La lluvia está próxima si canta la rana verde o el sapo en día caluroso.
- Lluvia segura si la vizcacha sale a pastear de día o a revolcarse en el agua.
- No tardará en llover cuando los vacunos empiezan a hoyar, bufar, oler para arriba o sacudir una pata de atrás como si tuviera barro.
- Lluvia segura si los yeguarizos sudan andando sueltos sin haber trabajado.
- Lloverá cuando la perdiz canta con cielo nublado.
- Es signo de lluvia la aparición de la araña peluda o pollito.

Acotación personal: Los chacareros miraban el cielo y la actitud de los animales para predecir el tiempo, pues de ello dependía el éxito o el fracaso de sus cultivos. 

                                                                   * * *               loscuentosdeoscarpascaner.blogspot.com.ar
    

EL MATE y SUS VEINTE PROPIEDADES BENÉFICAS

EL MATE y SUS VEINTE PROPIEDADES BENÉFICAS                                                                                                                            Periódico “Semanario” y otras fuentes. 

Los inmigrantes provenientes de Europa oriental que llegaron a Entre Ríos para labrar la tierra mantuvieron estrecho contacto con los nobles gauchos del lugar y emularon sus virtudes; entre ellas la de tomar mate. 
El mate es la infusión más estimada en Argentina, Uruguay, Paraguay y sur de Brasil. Es el compañero de largas jornadas que mantiene despejados y el estímulo cerebral a pleno de ferroviarios, médicos de guardia, camioneros y todos aquellos que deben mantenerse despiertos con completo dominio de sus facultades. 
Lo toman todas las clases sociales. En épocas de la colonia, las familias adineradas tenían dos criadas para cebar mate; una para mate amargo, otra, para mate dulce".        
A propósito del mate dulce, se relata una simpática anécdota:
"Juan Manuel de Rosas, afecto al mate de leche muy dulce, dispuso que su servicio doméstico mantenga caliente la leche endulzada para servirle mates cuando lo pida. Cierto día llegó a su estancia, (hoy Palermo) el General Lavalle acompañado por su escolta. Ese acontecimiento hizo que la servidumbre abandone sus tareas y salga a observarlos. Cuando regresó la cocinera vio que la leche endulzada había quedado en el fuego y se había espesado tomando un color castaño claro. 
Retiró el recipiente del fuego dejándolo aparte. Cuando lo tomó para lavarlo, probó esa leche endulzada recocida. ¡Albricias! ¡Descubrió el dulce de leche!"

La calabacita, la que le decimos mate, -mati: vocablo quichua que significa vasoes el fruto de una planta cucurbitácea que, ya secado, se le hace un agujero en su parte superior por que se le echa yerba mate, -ilex paraguaiensis: planta medicinal- y agua calentada a 75° que, sus hojas secadas y molidas produce una infusión que se sorbe con bombilla. Si se prepara para tomarla en taza, se denomina mate cocido.
Se le dice mate a cualquier recipiente que use para tomar esa infusión con bombilla. 
Además de la tradicional calabacita cucurbitácea, se hacen mates de madera, metal, vidrio, cerámica, asta, y verdaderas obras artesanales de plata. 
Las calabacitas (cucurbitácea de lal variedades de los zapallos, calabazas, pepinos, melón) que se usan para mate son de dos formatos; uno con forma de pera (la más requerida porque se asienta en cualquier superficie plana) y el chato, denominado mate galleta. Los porongos, es la parte más chica de una variedad de gran tamaño que se cultiva en Brasil. 
Las calabacitas más resistentes son las de cáscara gruesa y dura, que se cultivan en un área del sur del Chaco. Los minerales que contiene el suelo, el clima, el regimen de lluvias, y la sabia Naturaleza son factores determinantes para que el grosor y la dureza de la cáscara sea la ideal. Los mates cultivados en suelos ricos en humus como el de Entre Ríos, del Tigre, dan frutos de cáscara fina y frágil, que ni justifica tomarse la tarea de hacerle el agujero. 
A la variedad llamada "cucurbita", se lo "cura" para quitar el amargo hollejo interior. Se lo llena con agua fría; diez minutos después ese hollejo interior ya está blando, se lo saca raspando suavemente con una cucharita el interior del mate cuidando no romper el tronquito (ombligo) que está en el fondo. El 2do paso es ponerle yerba y agua. Dos horas después está listo para usar.  
Después de matear saque la yerba con cucharita, no con la bombilla, ni golpeándolo. 
Enjuague el mate y la bombilla. Deje el mate boca abajo sobre una rejilla para que se airee y no forme moho. 
Las bombillas de acero inoxidable no forman óxido en su interior ni el exterior. En cambio sí forman óxido en su interior las de bronce niqueladas, las de plata, alpaca, y las de chapa de hierro niqueladas por fuera.    
La madera de sauce álamo no es apropiada para mates por blanda e higroscópica. 
La madera ideal para mates es la de algarrobo. 
Casi todos los mates de madera se rajan si no se impermeabiliza su interior. Para ello aconsejo hacerlo untando manteca 2 ó 3 veces (hasta que la absorba).

Para preparar el mate eche yerba hasta dos tercios de su capacidad. Apoye la palma de su mano en la boca del mate, invierta la mano en la que tiene el mate y agítelo dos o tres veces para que baje el polvillo de la yerba y, al volverlo a su posición normal, el polvillo queda arriba y la yerba gruesa que quedó abajo actuará como filtro del polvillo. 
La temperatura del agua para tomar mate debe ser 75° para que no afecte el esófago. Bastara apoyar un dedo en el cuerpo de la pava mientras se calienta. Cuando su dedo no soporta el calor, está en 75°, temperatura ideal que no afecta las membranas interiores del esófago.  

Si le gusta el mate dulce, endulce el agua en la pava o en el termo.
Se ceba dejando que el chorrito de agua caiga junto a la bombilla. Según Escutelá, autor de un libro de esa temática, aconseja echar poca agua, para dos chuponcitos cortos, como besos de marido, según su decir.

Después de tomar mate, no saque la yerba usada con la bombilla, use una cucharita; enjuague el mate y déjelo boca abajo sobre una rejilla así se airea y no forma moho.  

LAS BOMBILLAS DE ACERO INOXIDABLE NO FORMAN ÓXIDO EN SU INTERIOR. 

Un artículo de la revista Semanario dice que investigaciones hechas por el botánico y médico clínico Doctor Hugo Goldberg logró fundamentar las propiedades benéficas de la yerba mate (Ilex paraguayense) por ser rica en clorofila, potasio, sodio e hierro y poseer las vitaminas A1, B1, B2 y C.  

-  ENERGIZANTE y NUTRITA su clorofila estimula todas las funciones del organismo.
-  REVITALIZANTE por tener más ácido pantotánico que la jalea real.
-  ESTIMULA LA INTELIGENCIA, LAS FUERZAS Y EL BIENESTAR GENERAL.
-  COMPENSA LAS NECESIDADES ORGÁNICAS por tener ácido pantoténico, calcio,       magnesio, manganeso, potasio, hierro, flúor, sodio y litina.
-   CARDIOPROTECTOR por regular el ritmo cardíaco.
-   AUMENTA LA ENERGÍA MUSCULAR.
-   ES NUTRITIVA.
-   COMPLEMENTA LA ALIMENTACIÓN INDISPENSABLE.
-   REDUCE LA CANTIDAD DE UREA SECRETADA.
-   LIMITA LA FORMACIÓN DE RADICALES LIBRES EN LOS TEJIDOS.
-   FAVORECE LA ASIMILACIÓN DE LOS ALIMENTOS.
-   EVITA LA DESNUTRICIÓN.
-   RETARDA EL ENFLAQUECIMIENTO.
-   INHIBE EL CRECIMIENTO DE MICROORGANISMOS PATOLÓGICOS que son
     causantes de infecciones.
-   BACTERICIDA y CICATRIZANTE por activar la circulación de la sangre.
-   DIGESTIVO: tomado junto o inmediatamente después de las comidas completa
     la asimilación de los alimentos y activa la pereza intestinal.
-   TONIFICANTE por potenciar la fuerza muscular y ayuda a soportar la fatiga. Los
    trabajos físicos intensos liberan ácido láctico, que normalmente son liberados             cuando los músculos se relajan, si esa acumulación de ácido láctico no se detiene 
    a tiempo por el descanso o la ingestión de unos mates, puede provocar calambres.
-   OSTEOPROTECTOR por aportar calcio que, distribuído en un 99% en los huesos y
    dientes.
-   MANTIENE EQUILIBRIO DINÁMICO DE HUESOS, DIENTES y RESTO DEL CUERPO
    proveyendo la dosificación que requieren.
-   ELIMINA LAS IMPUREZAS Y TOXINAS del organismo por ser diurético. Aumenta          su poder si se toma amargo.
-   ANTIFEBRIL como el té, ayuda a transpirar y eliminar toxinas que provocan                 estados febriles
-   ANTIFATIGA por ayudar a soportar el calor y el frío. El mate con agua caliente o el 
    tereré, (cebado con agua fría) combate la sed y refresca.
-   ESTIMULANTE PULMONAR por facilitar la respiración y aumentar la capacidad y 
    funcionamiento pulmonar.    
-   SEDUCE AL ESTÓMAGO calmando la sensación de ansiedad por la comida. 
    El mate tonifica las fibras musculares lisas del intestino.
-   AFRODISÍACO por predisponer y estimular la sexualidad.
-   ESTIMULA LAS FUNCIONES INTESTINALES por regular su funcionamiento.
-   ACTÚA COMO LAXANTE preparado como mate cocido por la noche y tomado en
    ayunas.
-   PREVIENE LA ANEMIA CRÓNICA por aportar su alto contenido de hiero.
-   ALIVIA DOLORES DE CABEZA, JAQUECAS O MALESTARES POR COMIDAS.
-   RECONSTITUYENTE por contener un alcaloide emparentado con los principios            inmediatos del organismo, tiene menos aceites esenciales y menos tanino que            otras infusiones.
-   AYUDA A DIGERIR Y A QUE EL ORGANISMO UTILICE LOS ALIMENTOS.
-   AUMENTA LA RESISTENCIA A LAS ENFERMEDADES por su cantidad de clorofila.
-   CONTRIBUYE EN EL DECAIMIENTO POR LA VEJEZ al posibilitar la inmediata                asimilación de la clorofila.

Los agregados a la yerba mate modifican su auténtico sabor. Hierbas como la menta, el poleo, la manzanilla o el diente de león mejoran sus propiedades digestivas.
La barba de choclo aumenta sus propiedades diuréticas. La leche potencia la energía y la actividad física. El azúcar no le aporta nada positivo. La cáscara de naranja tampoco, sólo le otorga un toque de su sabor. El café puede provocar irritabilidad, acidez o insomnio. El tereré cebado con agua enfriada con cubitos de hielo impide la absorción de minerales que sólo se disuelven con agua caliente.

El mate, tomado con bombilla o como mayte cocido, es un aliado para soportar el hambre cuando no se tiene comida, trsite realidad de los desposeídos.

Estudios realizados en Estados Unidos establecieron que los polifenoles, que posee la yerba mate,  son poderosos antioxidantes que mejoran las defensas naturales y protegen el organismo del daño celular que causa el deterioro producido por loas llamados radicales libres.

Según estudios del doctor doublet el mate produce un estímulo intelectual, dulce y calmo,, que ejerce su acción estimulante directamente sobre el conjunto del sistema nervioso cerebro espinal simpático.

En Francia se elabora una crema de yerba mate indicada para combatir las arrugas y el envejecimiento de la piel.    

El periódico "Imagen Argentina" , en su ejemplar del 20 de enero dice textualmente:
"La investigación científica hecha por Luis Brumovsky, ingeniero químico y magister en tecnología de los alimentos de la Universidad Nacional de Misiones, estableció que la yerba mate tiene un elevado porcentaje de polifenoles totales, sustancia que retarda envejecimiento celular y previene algunas enfermedades.
Sus estudios, que demandaron siete meses de pruebas de laboratorio, demostraron que la ingestión de los VEINTICINCO POLIFENOLES EXISTENTES EN LA YERBA MATE, en la mateada hecha con 50 gramos de yerba y medio litro de agua calentada a 75° se obtienen 586,5 miligramos de antioxidantes. En cambio el tereré cebado con agua fría brinda sólo 217,5 miligramos y una taza de mare cocido hecho con los tres gramos de un saquito, aportan 148,4 miligramos de dicha sustancia esencial para combatir a los radicales libres causantes de la destrucción celular.
Luis Brumovsky estableció que la cantidad de polifenoles totales contenido en la yerba mate es sensiblemente superior al vaso de vino tinto recomendado por nuestro querido doctor Favaloro, que sólo aporta 150 polifenoles.
En la Universidad de Illinois, Estados Unidos , se comprobó la presencia de polifenoles en la yerba mate con valores similares a los citados por el ingeniero químico Luis Brumovsky.

La licenciada en nutrición Vanesa Bengioa sostiebe que tomando mate regularmente se previenen enfermedades cardiovasculares y coronarias, diabetes y otras".

Avanzando en los estdios podría lograrse la extracción de polifenoles de la yerba mate para encapsularlos y presentarlos como suplemento dietario".
                                                          
                                                            * * *                 

El mate, en muchas oportunidades, fue único alimento en hogares de extrema pobreza. Basado en esa triste realidad, que existe en mayor grado en el interior del país, nuestro eximio Luis Landicina contaba que un niño proveniente de una familia extremadamente pobre, ante la indiscreta pregunta de la maestra acerca de qué había cenado cada uno de sus alumnos, invariablemente éste pobrecito respondía: mate cocido señorita. Como sus condiscípulos se adelantaban a su respuesta diciendo: mate cocido señorita, éste le contó a su madre esa situación. La madre, compadecida de su hijo le sugirió:
 - Miéntale, dígale que comió milanesas.
Cuando la curiosa maestra hizo la consabida pregunta los compañeros de grado del niño pobre respondieron por él: - Mate cocido señorita.  - Milanesas señorita. - ¡Qué rico! ¿Y cúantas comiste?
 - Dos jarros, señorita.
                                                                            * * *          loscuentosdeoscarpascaner,blogspot.com.ar